A lo largo de nuestra vida nos encontraremos con momentos dolorosos y traumáticos que, muy probablemente, nos generen mucho malestar interno. En esos momentos es posible que aparezca lo que en psicología denominamos disociación. Este fenómeno se define como un mecanismo de nuestra mente que trata de “desconectarnos de la realidad” para que podamos gestionar mejor la situación o acontecimiento traumático.
Aunque a primera vista parezca algo adaptativo, la disociación de la realidad puede llegar a ser peligrosa, ya que pasar demasiado tiempo sin conectar con un plano consciente, puede derivar en trastornos disociativos que requieren tratamiento. Si quieres conocer más a fondo qué es la disociación según la psicología, su definición, síntomas y ejemplos, te recomendamos seguir leyendo este artículo.
¿Qué es la disociación de la realidad?
Imagínate que estás en tu cocina preparando un banquete para muchos comensales: enciendes el horno, pones las sartenes y ollas en la vitrocerámica, conectas la batidora a la corriente… ¿Puedes adivinar el resultado? Efectivamente, probablemente salten los plomos de la casa para evitar un cortocircuito.
La disociación cognitiva es el mecanismo cerebral que previene dicho cortocircuito en nuestra mente. Como si “saltaran los plomos” y se apagara todo de golpe. Lo que realmente ocurre es que la parte de nuestro cerebro asociada a la conciencia y al procesamiento cognitivo (córtex prefrontal) se desconecta y se activan las respuestas de supervivencia: el cerebro emocional (la amígdala) y el instintivo (el cerebelo). Al no poder regular nuestras acciones conscientemente es muy común que no haya expresión facial durante la disociación y, a posteriori, nos cueste recordar el acontecimiento traumático.
Síntomas de disociación
Para seguir profundizando en la disociación según la psicología, es fundamental prestar atención a los síntomas principales de este fenómeno. Las principales señales de disociación son la falta de conexión con la realidad, sensación de “no estar presente”, dificultades para mantener la atención, fallos en la memoria, sensaciones confusas respecto a la realidad y percepción distorsionada de la realidad y las personas que te rodean.
Principales trastornos disociativos
Disociar en sí no es algo malo, de hecho, la disociación de la realidad puede ser adaptativa en según qué casos tal y como hemos planteado anteriormente. Sin embargo, suele estar asociada a distintos trastornos como los siguientes:
- Amnesia disociativa: este trastorno se caracteriza por fugas de memoria y dificultades para recordar eventos pasados. Dichas fugas pueden llegar a ser muy largas y causar lagunas graves. La amnesia disociativa impide recordar información sobre uno/a mismo/a y sobre aquello que nos rodea, especialmente aquellos acontecimientos relacionados con un momento traumático.
- Trastorno de identidad disociativo: más conocido como trastorno de identidad múltiple. En este caso, las fugas de memoria van acompañadas de una desconexión con la propia identidad, fragmentándola en distintas partes. En el trastorno de identidad disociativo alterna distintas partes del “yo” (también denominadas identidades) hasta el punto de sentir que varias personas están coexistiendo en un mismo cuerpo.
- Trastorno de despersonalización/desrealización: las personas que sufren este trastorno suelen tener una sensación continua de desconexión con su propio cuerpo, como si este no fuera suyo (despersonalización), lo cual se ve empeorado por la sensación de no sentirse conectado con la realidad y percibir que las personas que te rodean y el mundo en general no son reales (desrealización).
Ejemplos de disociación
A parte de los trastornos disociativos, también podemos sufrir disociación cognitiva de otras maneras sin que exista una patología o problema asociado. Debemos recordar que este fenómeno puede afectar no solo a la conciencia y la memoria, sino también a la propia identidad, la percepción de la realidad, nuestro propio cuerpo, etc.
Por ejemplo, es bastante común experimentar una disociación de la atención cuando sentimos que estamos en piloto automático y nos cuesta poner atención y conciencia sobre el mundo que nos rodea.
Otro ejemplo de disociación leve puede ocurrir en nuestra propia atención: cuando estamos en momentos altamente ansiosos y estresantes es posible que notemos que nos cuesta prestar atención, se nos olvidan rápidamente los acontecimientos pasados y notamos ese cierto nivel de desconexión con la realidad.
Finalmente, como ejemplo grave de disociación, podemos hablar de las víctimas de violencia de género y la dificultad que suelen tener por poder recordar exactamente los acontecimientos que ocurrieron durante la relación traumática. En algunos casos extremos también llegan a afirmar una respuesta de “congelación” e indefensión cuando la pareja les agredía. Esto puede deberse a la propia respuesta disociativa.
Trauma y disociación
Son muchos los expertos que sostienen una fuerte conexión con acontecimientos traumáticos y episodios disociativos aunque esta conexión no es excluyente de otros trastornos tales como la depresión, la ansiedad o los trastornos relacionados con la imagen corporal. Tal y como hemos comentado al inicio de este artículo, cuando nuestro cerebro no es capaz de sostener una vivencia altamente dolorosa, necesita activar un mecanismo de defensa para poder regularse, en este caso la disociación cognitiva. Por ello, es muy probable que muchas personas que hayan sufrido trauma en edades tempranas no sean totalmente conscientes de ello, lo que se debe a que la disociación va acompañada de lagunas de memoria o dificultad para acceder a los recuerdos.
Al observar esta relación con el trauma y la disociación también podemos reflexionar sobre la posibilidad de que muchos trastornos de tipo disociativo tengan una base traumática. Por ejemplo, es fundamental explorar el trauma en personas que acuden a consulta con sensaciones de desrealización, despersonalización o amnesia disociativa.
Si crees que puedes estar sufriendo síntomas de disociación, es importante que acudas a un especialista que pueda ayudarte y acompañarte en un proceso terapéutico.
Autora: Claudia Pradas.